Cuento a partir de un secreto familiar
Anita Vicente
Profesor; Santiago Castellano, Comisión
n° 5.
Consigna: Tomar otro de los secretos anotados,
contar un cuento en el cual el secreto aparezca (todo o en parte), el narrador
es un personaje lateral, no protagonista de la historia. Incluir del DIARIO: un
diálogo, un objeto extraño y otra anotación.
Siempre nos criamos con una madre
que hablaba mal de mi abuela paterna. Nosotros viviendo en capital federal y
ella en un pequeño pueblo en el interior de la provincia, que también era el
pueblo donde mis padres habían crecido. Mis hermanos y yo siempre ansiosos
esperábamos los findes semana largos para poder viajar allí, nos encantaba ir
por la libertad que teníamos. Aunque esa paz se terminaba en cuanto llegábamos.
Mi madre en cuanto llegábamos a
la casa de mi abuela, que era donde pasábamos el fin de semana se ponía muy
malhumorada y se quejaba de todo, la abuela tratando de remar la situación para
que todo sea más leve para nosotros, pero siempre era una historia nueva.
Hasta que un día llego el punto
de quiebre, fue en la navidad del 2019. Todo venia raramente bien, pasábamos
las fiestas en lo de mi tía, como todos los años, La casa estaba llena, con primos
corriendo por todos lados, música, risas, y una mesa interminable de comida.
Por un momento, parecía que todo estaba en armonía. Incluso mi madre se
mostraba más tranquila, participaba de las charlas, y hasta había ayudado a
poner la mesa.
Pero
todo cambió después de la medianoche, cuando ya habíamos brindado y abierto los
regalos. La abuela, con un tono amable pero directo, le dijo a mi madre algo aparentemente
inofensivo:
—Me
alegra ver que este año viniste con mejor humor —dijo, mientras le acercaba una
copa de sidra.
No
sé si fue el tono, el momento o simplemente la acumulación de años de tensión,
pero esa frase encendió la chispa.
—
¿Mejor humor? ¿De qué hablas? —respondió mi madre, dejando la copa sobre la
mesa con un golpe seco—. ¿Te parece que tengo mal humor por gusto? ¡Vos siempre
te haces la víctima!
La
abuela trató de mantenerse serena, pero se notaba que algo también le hervía
por dentro. Contestó con firmeza, sin elevar demasiado la voz:
—Yo
solo intento que podamos pasarla bien. Pero nunca nada te alcanza, siempre
estás buscando algo para criticar.
—
¡¿Y vos no?! —saltó mi madre, ya sin contenerse
Se
hizo un silencio tenso. Algunos adultos intentaron intervenir, pero ya era
tarde. La discusión había escalado demasiado rápido. Mi madre empezó a llorar,
la abuela también, y todo lo que se habían callado durante años empezó a salir
a gritos.
Nosotros,
nos mirábamos sin saber qué hacer. Era la
primera vez que veíamos una pelea tan abierta, tan cruda, tan real. Era como si
se hubieran sacado las máscaras.
Esa
noche, cada uno terminó durmiendo en una casa diferente. Yo me quedé con mi
hermano en lo de mi prima.
Esa
fue la última Navidad que pasamos todos juntos en el pueblo.
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